Año 1990, allí, en Italia, aquel 8 de julio, Alemania y Argentina disputarían su segunda final consecutiva, dos Mundiales marcados por dos combinados, el europeo y el sudamericano. Los germanos lograban su tercer entorchado y Alemania se sacaba en tierras transalpinas la espina de la derrota en México cuatro años antes, donde de 'la mano' de un Maradona estelar, el combinado celeste levantaba el 29 de junio del 86 su segunda Copa del Mundo. 24 años después de una rivalidad histórica, la novela de finales de los 80 vuelve a escribirse. Como cada capítulo, escenario diferente. 13 de julio de 2014, Alemania o Argentina, Maracaná tendrá campeón.
"Una amante exigente"
Casi once segundos duró el orgasmo más placentero de toda
una nación. Como las mujeres escotadas de los casinos, Argentina había decidido
encamarse con el melenudo cuya mano de tahúr había urdido una trampa ganadora
minutos antes. La curiosidad por saber si sus habilidades sobre el tapete
encontraban un punto seguido entre las sábanas incitaba al pecado. La magia
llegó a pelo, sin preliminares ni profilácticos. Un arreón, un impulso, un
vendaval. Y el país quedo encinto.
Gimió el narrador, Víctor Hugo Morales por todos sus
compañeros y por él primero, como nadie antes lo había hecho. Derramó lágrimas
de culpabilidad por el placer recibido y junto a los demás se entregó a los
brazos de aquél hombre que les había hecho felices, con un cigarrillo en la
boca esperando el amanecer. Noches inolvidables llegaron después de aquella del
ochenta y seis que hicieron recordar las vividas con otros galanes en el
setenta y ocho, pero siendo más gloriosas no pudieron ocupar el lugar reservado
a la de ese 22 de junio. Arrugada la piel albiceleste con el ocaso de aquél
maestro en el catre, la esperanza de recuperar el atractivo se perdió
pernoctando en moteles de mala muerte con bienintencionados caballeros que
fallaban en el arte de la estocada. Mucha palabrería y poca acción.
Sin embargo, pese a estar escarmentada y endemoniada por el
pesimismo, la dama ha vuelto a sonreír. La culpa es de un tipo silencioso que
tiene una hoguera en la mirada. Con él mantiene una relación abierta y a
distancia. Sufre un martirio cuando le llegan noticias de que hace gozar a su
amante y se impacienta por comprobar esa sensación. Tanto que cuando ambos
coinciden, la ansiedad cercena la química. La terapia de pareja no ayuda y el
chico parece más integrado en otras latitudes. Se entiende mejor con sus
amigos, junto a los cuales ha participado en juergas memorables. Quizás por eso
cuando vuelve solo recibe reproches y exigencias. Su rostro se encapota y carga
con una responsabilidad que le es ajena en el día a día.El amor, cegador como
siempre, hace pensar que él puede resucitar las reminiscencias de aquella
velada irrepetible. Una certeza en la que apoyarse para seguir dando
oportunidades a la relación. Cambiar a alguien no es fácil pero, a diferencia
de lo que ha sucedido en el pasado, se atisban indicios de acercamiento. Son
tímidos, pero despiertan suspiros y anhelos.
Para comprobar si todo lo que intuye es verdad, Argentina
lleva preparándose mucho tiempo para una cita romántica. La cita. Tan hermosa
como en su mocedad y ávida de sexo duro; tiene alquilada la limusina, reservado
el restaurante, frío el champán y la cama llena de pétalos de rosas frescas. De manera sorprendente el invitado, esta vez sí, parece
receptivo. Entregado al castigo del ayuno y tras unos meses de castidad que
solo se romperán con una improbable canita al aire antes de acudir al
encuentro, parece dispuesto a entregarse sin ambages para conquistar el corazón
de la muchacha que lleva tanto tiempo tejiendo en su espera. Solo alcanzará el
objetivo haciendo olvidar el polvo del siglo. Tiene trabajo por delante.
Texto perteneciente a la GUÍA VINTAGE, descarga gratuita.
Autor: Carlos Mateos, @cmateosgil en twitter
(1986. Argentina 3-2 Alemania)
"El sello de identidad: Ganar"
Oír el nombre de Alemania cuando estás hablando de fútbol, hace que tu cabeza piense rápidamente en una palabra: Ganadores. El estilo, el sistema, las posiciones, cómo defender... todo queda en un segundo plano para los alemanes. Lo importante es ganar. Franz Beckenbauer dijo en una ocasión: “Cruyff era mejor jugador, pero yo fuí campeón del mundo”. El mejor jugador de la historia alemana, al pronunciar esta frase, dejaba de lado su estatus como jugador y mostraba su orgullo por ganar. Así son los alemanes.
Los 70 dejaron varios momentos importantes. El primero, justo a principios de década, en México. La semifinal que jugaron Alemania e Italia será recordada para siempre. El partido del siglo llevaría a lo más alto a ambas selecciones. La derrota por 4-3 (5 goles en la prórroga) no supuso un abatimiento en los jugadores, sino todo lo contrario, una motivación por darse cuenta de lo que eran capaces. En los próximos años, lo demostrarían.
Maier, Breitner, Beckenbauer o Müller, fueron algunos de los jugadores que vivieron la época dorada del fútbol teutón. En 1972 se ganó la primera Eurocopa demoliendo a la URSS y 1974 fue el culmen. La condición de local y la victoria en Europa 2 años antes, contribuyeron a que Alemania llegara por primera vez como favorita a un Mundial. No defraudó. La Mannschaft logró en Munich una victoria inolvidable y se coronó por segunda vez, como la mejor selección del Mundo.
Italia 90 fue el último éxito a nivel mundial. Brehme fue el autor del gol ante Argentina en aquella final del “Mundial de los penaltis”. Lothar Matthäus, capitán y posterior Balón de Oro, y Beckenbauer, que consiguió un Mundial como entrenador y jugador, fueron los protagonistas de aquellos años. En el 96, con Klinsmann, Häßler o Sammer en el equipo, se logró el que será el último gran título de Alemania, la Copa de Europa en Inglaterra.
Recuerda, "El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y, al final, los alemanes siempre ganan"
Texto perteneciente a la GUÍA VINTAGE, descarga gratuita.
Autor: Jose Gavilán, @futbol_internac en twitter
(1990. Alemania 1-0 Argentina)



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