Durante su carrera futbolística ya estuvo implicado en problemas relacionados con las apuestas, la compra de partidos o el hurto. Fue detenido por un caso de apuestas de caballos en París y también fue protagonista del primer amaño de un encuentro en la historia del balompié galo. El Olympique Antibes luchaba por ser campeón en su categoría y en la última jornada venció por 5-0, resultado que tiempo después se supo que estaba acordado. Se le consideró uno de los cabecillas junto a Henric y Cazal y su reputación en Francia cayó en picado.
En 1939, el estallido de la II Guerra Mundial le cogió en prisión. Por entonces se encontraba arruinado e ingresaba y salía de la cárcel cada cierto tiempo por temas de corrupción o pequeños robos. Un año después la ocupación alemana en la capital francesa le dio barra libre para continuar con sus actividades delictivas. El conocido criminal Henri Lafont pidió a las altas esferas nazis la liberación de varios delincuentes entre los que se incluía a Villaplane.
Su buen hacer le hizo lograr un ascenso y convertirse en uno de los cinco líderes de la BNA. Entre sus actos más despiadados figuran la “Matanza de Oradour sur-Glane”, donde engañó a cambio de dinero a 52 detenidos por las SS que luego fueron asesinados y el rapto y posterior ejecución de once muchachos en Aquitania. Los chicos de entre 17 y 27 años recibieron todo tipo de torturas antes de que Villaplane fuese el primero en dispararles a bocajarro.
La Resistencia fue minando a la organización criminal pero al ex capitán francés aún le dio tiempo a engañar a numerosas familias judías. Su plan consistía en ganar la confianza de los miembros de la familia y erigirse en un salvador. Les proponía un intercambio de dinero o joyas por un traslado a Portugal, un país neutral. Sin embargo los judíos finalmente no se movían de París y eran trasladados mediante tretas a la sede de la Gestapo en la capital gala.
El cambio de signo en el conflicto bélico y la liberación parisina en 1944 dio al traste con el plan de vida de Villaplane. El BNA quedó disuelto en verano y muchos de sus colaboradores se marcharon a Alemania. El ex jugador se quedó y rápidamente fue detenido por las autoridades francesas. Esgrimió que lo que se contaba sobre él no era cierto y que había ayudado a huir a los judíos de París, pero nadie le creyó.
A finales de 1944 fue juzgado por el Tribunal de Justicia del Sena que le acusó de ser un colaborador de los nazis y el responsable de por lo menos diez asesinatos. La Corte le condenó a muerte y la sentencia se ejecutó en el cuartel de Montrouge el día 26 de diciembre, donde fue fusilado junto a su amigo Henri Lafont y el ex teniente de las SS, Pierre Bony.
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