Lo que se aprende de pequeño se recuerda para siempre. Se suele a tomar casi como referencia, como el objeto con el que comparar todo lo nuevo, de ahí creo que viene mi aversión hacia los mediocentros toscos, sin toque o solo centrados en el robo de balón sin posterior salida. Porque mis primeros recuerdos de fútbol se remontan a esos preciosos años 90, y aquí, en España, tres jugadores marcarían mis preferencias. Los tres grandes y a la vez muy diferentes. No eran otros que Redondo, Guardiola y Mauro Silva. Probablemente de lo mejor que vi y verán mis ojos.
Y si, eran bien distintos, el sobrio brasileño, el clarividente 'cuatro' culé y uno de los centrocampistas más completos de la historia, aquel 'cinco' argentino. Ellos me harían entender este deporte desde el buen trato al cuero, el gusto por la exquisitez y la no necesidad de pelotazo ni correr cual maratoniano para ocupar tu posición.
El segundo en aparecer por nuestro campeonato fue el de Santpedor, el de menos despliegue físico del trió pero quizás el más listo en el pase, muy seguro y con una visión paranormal, ya fuese en largo o corto, hizo de este un arte. Como también luego se encargó de elevar a la enésima potencia desde el banco. Ya desde muy joven se erigiría como líder, el director del Barça de Cruyff y luego de Van Gaal. Tras despedirse del Camp Nou, Guardiola siguió dando muestras de su clase en Italia, en Brescia junto con Roberto Baggio o Pirlo y en Roma con el mito giallorosso Totti. Tras despedirse del Calcio y ya a un nivel inferior, en Qatar y México Pep daría sus últimos toques. Quizás los recientes éxitos como técnico empañan lo que hizo en el campo, no nos engañemos, con él nació (aunque ya había destacado Milla) la figura del 'cuatro' típico culé y la posterior sucesión que hoy recoge frutos; Xavi, Celades, Arteta, Iniesta, Cesc Fábregas, Thiago, Busquets…
Y pese sus diferencias, algo les une lejos de su gran clase y paso por la Liga española. Como decía, ya fuesen las lesiones o la disputa con los entrenadores de turno, motivos técnicos o personales les privaron de una gran carrera internacional y solo pudieron disputar un mundial, todos el de USA’94, inolvidable campeonato en el que el brasileño se coronó como campeón del Mundo con un centro del campo inolvidable junto a Dunga y Mazinho, otro que tal baila este último, por cierto.
Luego llegó el Mundial de Francia en 1998 y el triunfo de la potente selección anfitriona, que con jugadores como Viera, Deschamps o Petit impulsó un nuevo modelo de centro del campo donde el físico se imponía a la técnica. Quizás en este tiempo empezó la proliferación de jugadores de corte netamente defensivo y que duró hasta un nuevo cambio de ciclo, la victoria del nuestra selección y su fútbol de toque, el de los pequeños, ese que durante años anduvo bajo sospecha tras el rendimiento, en ocasiones muy bueno no cabe de duda, de los centrocampistas cuyas características principales son destacar por físico y desgaste.
Como se puede ver, el fútbol es cíclico, cuestión de gustos quizás, y en parte caracterizado por la apuesta del técnico. Seguro aparecerán otro tipo de centrocampistas que marcarán una época, no dudo de ello, pero yo como siempre pondré mi vara de medir, con la que crecí, la que acompañó mi niñez y me enseñó a seguir este deporte de una determinada forma, lo dicho, son gustos. Y a mi me gustaban ellos. Esos tres maestros que acompañaron mi infancia.
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