Fútbol a ritmo de jazz

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Gante guarda en cada rincón un secreto donde dejarse caer y evadirse del mundo. Su gran número de edificios históricos convierten aún más bello el lugar. Es una ciudad fría que a menudo se mezcla con la lluvia y donde las noches corren al ritmo del Jazz de los bares. Gante, Gent en neerlandés, proviene del celta 'ganada', convergencia, haciendo referencia a la convergencia de los ríos Lys y Escalda, que son, para mí, el lugar de más esplendor y belleza de la ciudad. Los carteles de bares, tiendas y restaurantes se escriben en neerlandés por formar parte de Flandes -la zona más cercana a los Países Bajos que conforma casi una mitad del país-. Y es en Gante donde encontramos a uno de los talentos más prometedores del país: Benito Raman. Y junto a él, al equipo revelación en Bélgica, el club de la ciudad: el KAA Gent. El cuál permitió soñar a sus aficionados en un final de temporada histórico.

Los buffalos -apodo del club- demostraron ante el Anderlecht en el último partido de la fase regular de la liga belga que iban a luchar de tú a tú contra el propio club de Bruselas y los históricos Club Brugge y Standard Liège por el título en el Play Off. Diez partidos que decidirían lo que para la mayoría era algo impensable. El título y Raman tendrían mucho que decir en ello.

Benito Raman es el chico de la ciudad. De pequeño soñaba con ser partícipe de la alegría de sus vecinos con el KAA Gent como motivo principal y que a día de hoy ya ha logrado. Era un deseo que crecía día a día. El joven acudía a entrenar cuatros veces por semana y por las noches se dejaba caer por algún bar a escuchar su amado Jazz, para relajarse, desconectar y disfrutar de los placeres de su querida ciudad. Evidentemente era diferente cuando se encontraba en un campo de fútbol con un balón en los pies, pero fuera del mismo era un chico más de Gante. Un chico común con un talento único.

Crecía a pasos agigantados, rompía moldes hasta llegar al primer equipo, pero antes de asentarse en el mismo, se marchó cedido al Beerschot y al Kortrijk. Y fue en esta segunda cesión donde brilló especialmente. La lluvia caía en las noches frías de Gante mientras Raman se asentaba en la primera división belga lejos de su corazón. Benito demostró ser, a varios kilómetros de su amada ciudad, uno de los nuevos talentos belgas, así, el pasado verano se producía su regreso a casa.

La noticia se tomó como algo natural, el hijo de la ciudad volvía para hacer las delicias de los ciudadanos de la misma, esta vez con la camiseta del KAA Gent como ya lo hiciese en edad juvenil. El joven de 19 años, el vecino de muchos, se convertía en uno de los buffalos de la ciudad. Hizo soñar a la gente de Gante como él soñó cuando tan solo era un niño.


Benito Raman es un jugador que corre y corre, pero siempre con sentido; es fácil correr pero siempre y cuando sea sin sentido, ya que hacerlo con lo propio es tarea complicada. Mientras lo hace regatea sutilmente a los defensores al ritmo del Jazz más característico de la ciudad, con pequeñas maniobras, haciendo imposible que el defensa consiga quitarle el cuero. Por la banda o por el centro, por todos lados. Cómo a todo jugador veloz le gusta llegar a línea de fondo para centrar o encarar al lateral y deshacerse de él de forma elogiable. La falta de decisión y la escasa visión de juego en él son sus defectos más pronunciados que hoy por hoy no le hacen ser un jugador más reconocido. Tiempo al tiempo.

Gante partía en los playoffs por el título a dos puntos del Brujas, líder, buscaba conseguir algo histórico: la liga. Su primera liga. La temporada ya era un éxito, tuteó a los equipos históricos e importantes del país sin apenas ser su objetivo a principios de curso y, finalmente, el sueño se hizo realidad. Gante tiene el campeonato y Raman su primer trofeo en unas vitrinas que seguro sumarán más. Siempre que vimos a los campeones, un menudo jugador nos llamaba la atención: Benito Raman, fútbol a ritmo de Jazz. Título a ritmo de Jazz. Gante sonríe. Volvió y ganó.

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